Rasgos fundamentales sobre forma y acción de la transición desde el Brasil

Rasgos fundamentales sobre forma y acción de la transición desde el Brasil 800 533 RLIE

Vítor de Souza Costa

En este año de 2025, Brasil tendrá la responsabilidad de ser el país sede de la COP30, la cumbre de Naciones Unidas sobre el cambio climático. Si las COP son momentos políticos que aumentan la atención sobre el debate de enfrentamiento a la crisis ecológica que el mundo atraviesa, no es una novedad la percepción de que los movimientos sociales y la ciudadanía activa cuestionan los términos de ese enfrentamiento. No son inusuales las repetidas cuestiones sobre cuáles son los verdaderos términos de la transición energética y si, efectivamente, hay alguna en curso.

Sin embargo, no se toma aquí una premisa de que hay una verdad a ser revelada. La idea de que estamos viviendo un consenso de la descarbonización[i] levanta la sospecha de algo que está siendo largamente documentado por sectores distintos, entre sociedad civil, movimientos sociales y academia. La idea de que el proceso de la transición energética es movilizado para articular dinámicas de acumulación y mantenimiento de expectativas de crecimiento económico y patrón de consumo en los centros y, en consecuencia, ampliar las zonas de sacrificio en las periferias, presenta las condiciones de tal consenso.

Dos maneras de articular esas ideas llaman atención. La primera, parte de la premisa que, desde el análisis histórico, los cambios en la matriz energética nunca hay resultado en una transición de matrices de energía. Un ejemplo factual es que el ingreso del petróleo en la matriz energética global, en verdad, ha impulsado las capacidades de la industria del aceite de ballena, ya que los barcos de caza si han tornado más eficientes con la propulsión a combustible, en lugar de la propulsión a viento[ii]. Ese es un ejemplo desde la idea que hay un proceso de adición de energía en la matriz, la cual nuevas fuentes se tornan parte de la matriz energética global. Sin embargo, aunque haya cambios en el porcentaje de cada tipo de fuente energía, los números absolutos muestran que hay un aumento en el consumo, solo que desde orígenes diferentes.

La segunda manera de articular esas ideas, lo que no excluye la primera, parte de la denegación del cambio climático[iii]. Desde un lugar diferente del negacionismo, la denegación comprende la existencia de una necesidad crítica en cambiar la matriz fósil de la energía global. Mientras tanto, hay una actuación activa en intentar a desplazar las actividades económicas de los impactos que generan en el metabolismo socioecológico. Hay también una vinculación naturalizada entre la reproducción económica y un pretendido realismo político de que las políticas en la mesa ya son suficientes para contener el cambio climático. De este modo, la insuficiencia de las políticas es minimizada delante la promesa de nuevas oportunidades de acumulación y la repetición del reconocimiento de la cuestión climática, ya representa la creencia de que se la enfrentó con virtuosidad – mismo que los datos más optimistas de las NDC[1] indiquen un control de la temperatura en 2.4ºC desde los niveles preindustriales.

El caso de Brasil es paradigmático de ese escenario. Los datos nacionales indican que la matriz energética brasileña tenderá a quedar más diversificada, pero no con una participación significativamente disminuida de los combustibles fósiles[iv]. Mismo que fuera suficiente el cambio en la matriz de energía, la promesa de expansión de la explotación de petróleo y gas natural, representan la garantía de emisión de una cantidad de carbono en la atmosfera que es dudosa de estar en adecuación a la capacidad de captura del carbono que es necesaria para la neutralidad.

La justificación de tener un crudo más limpio o de que el gas es una fuente fósil que puede ser vista como un combustible de transición[v], hacen parte del discurso que justifica la manutención de los mercados dependientes del carbono y garantiza el fornecimiento para nuevas brechas de acumulación que pueden surgir bajo las mismas justificativas. Por otro lado, la idea de que la producción brasileña servirá para garantizar la demanda externa[vi] reafirma la condición dependiente de la economía periférica y presagia un mundo sin transición energética y con los mismos patrones históricos de desigualdad. Lo mismo vale para el sector extractivo: la creación de zonas de sacrificio, marcadas por estrés hídrico, conflictos sociales e impactos diversos fortalece la integración subalterna a los mercados internacionales con poca realización de la promesa – siempre afirmada, casi nunca concretizada – del desarrollo económico y de una transición justa.

Otro elemento fundamental es que la principal fuente de emisiones de Brasil está en los cambios del uso del suelo y florestas[vii]. Mismo que el país no sea un gran emisor en desde el punto de vista histórico, el país es uno de los más significativos emisores anuales – y la principal parte viene de la desforestación y el uso del suelo para agricultura y ganadería. Así, el control del cambio debe llevar en cuenta que la desforestación anticipa el establecimiento de nuevas actividades emisoras. Al tener en cuenta que la desforestación avanza principalmente sobre tierras indígenas y unidades de conservación, la actividad más emisora en el caso brasileño contribuye directamente para la destrucción de las florestas como sumideros vivos de carbono y para el riesgo de genocidio de pueblos indígenas – lo que hace el racismo ambiental una premisa esencial de análisis.

Mirar la actual transición energética desde la idea del consenso de la descarbonización nos pone delante de un escenario duro: las nuevas fuentes de energía más que acompañan las fuentes fósiles, que las sustituyen; la denegación del agotamiento ecológico del planeta mira el contexto, pero se direcciona a la reproducción de las posibilidades mercantiles que el consenso presenta. Tomar la COP30 como la “COP de la verdad”, como ha dicho el presidente Lula da Silva[viii], demanda diferente comportamiento.

No hay dudas que los países del Norte Global son los grandes emisores históricos y actuales, y que a ellos debe quedar la mayor responsabilidad por el financiamiento de las acciones de mitigación, adaptación, reparación y recuperación ecológica. Eso demanda, principalmente, que los países del Sur tengan, cada vez más, capacidad de decir, como resultado de procesos amplios y democráticos, como y cuales deben ser las políticas que efectiven una transición ecosocial justa y de principios internacionalistas[ix].

Por fin, si tenemos en cuenta que las medidas y políticas brasileñas para el cambio climático son medida por el Climate Action Tracker[x] como insuficientes, y que sabemos que el contexto del agotamiento ecológico demanda más que comprender el mundo desde los límites nacionales, la “COP de la verdad” debería ser muchísimo más diferente de lo que se espera. Con la posición de un actor diplomático relevante, el Brasil debería ser más que un bueno anfitrión y agitador de la forma corriente de las políticas climáticas. Debería, en verdad, ampliar la ambición climática, actuando más activamente en el cuestionamiento de los patrones de producción y consumo, sin la apuesta de que los fósiles son el camino para el financiamiento de la transición. Si es necesario un cambio global, eso no se alcanza sin el cambio por parte de los actores – y de lo que creemos que debe orientar la política internacional.

[1] Contribuciones Nacionalmente Determinadas, en su sigla en inglés.

[i] BRINGEL, Breno; SVAMPA, Maristella. Del «Consenso de los Commodities» al «Consenso de la Descarbonización». Nueva Sociedad, [S.I.], v. 306, n. 0, p. 51-70, jul./ago. 2023

[ii] YORK, Richard; BELL, Shannon Elizabeth. Energy transitions or additions? Energy Research & Social Science, [S.L.], v. 51, p. 40-43, maio 2019. Elsevier BV. http://dx.doi.org/10.1016/j.erss.2019.01.008.

[iii] SANDRIN, Paula. EU and Brazil in the International Circuits of Disavowal of Climate Crisis. In: HOFFMANN, Andrea Ribeiro; SANDRIN, Paula; DOUKAS, Yannis E. (ed.). Climate Change in Regional Perspective. Cham: Springer, 2024. p. 169-184.

[iv] BRASIL. Empresa de Pesquisa Energética. Ministério de Minas e Energia. Plano Decenal de Energia 2034. Brasília: MME/EPE, 2024a. 579 p.

[v] BELLO, André et al. Neutralidade de Carbono até 2050: cenários para uma transição eficiente no Brasil. Rio de Janeiro: Centro Brasileiro de Relações Internacionais (CEBRI), 2023. 108 p.

[vi] Ibid.

[vii] TSAI, David et al. Análise das Emissões de Gases de Efeito Estufa e suas Implicações para as Metas Climáticas do Brasil – 1970-2023. [S.I.]: Observatório do Clima, 2024. 49 p.

[viii] BRASIL. Palácio do Planalto. Presidência da República. Presidente Lula fala em inauguração de usina de gás natural no Porto de Açu. 2025b. Disponível em: https://www.gov.br/planalto/pt-br/acompanhe-o-planalto/discursos-e-pronunciamentos/2025/07/presidente-lula-fala-em-da-inauguracao-de-usina-de-gas-natural-no-porto-de-acu. Acesso em: 29 ago. 2025.

[ix] BRINGEL, Breno; FERNANDES, Sabrina. Hacia un nuevo internacionalismo ecoterritorial. In: LANG, Miriam; BRINGEL, Breno; MANAHAM, Mary. Mas allá del colonialismo verde: justicia global y geopolítica de las transiciones ecosociales. Ciudad de Buenos Aires: CLACSO, 2023.

[x] CLIMATE ACTION TRACKER. Brazil. 2024. Disponível em: https://climateactiontracker.org/countries/brazil/. Acesso em: 30 ago. 2025.